UN SANADOR EN LA COCINA Y EN LA VIDA
Conoce a Karla en la sede de ThetaHealing
Al entrar en la sede de ThetaHealing en Bigfork, Montana, es muy probable que lo primero que notes sea un aroma delicioso. Probablemente sea Karla. Ya sea que esté preparando el almuerzo para un seminario o horneando postres que desaparecen en minutos, su energía llena el espacio mucho antes de que la veas.
Pero la historia de Karla va más allá de su cocina. No solo es el alma culinaria de la sede; también es instructora de ThetaHealing, una sobreviviente y la personificación del poder de la transformación.
Originaria de México y luego de California, Karla se mudó a Montana hace cinco años después de asistir a una clase de ThetaHealing. "Vine aquí a la clase y me quedé atrapada, de la mejor manera", dice riendo. "Me enamoré de la energía, la gente y este hermoso lugar".
Antes de ese momento, la vida de Karla era todo menos ligera. En 2008, sufrió un grave accidente automovilístico que la obligó a someterse a múltiples cirugías de espalda, incluyendo fusiones espinales. El dolor nunca desapareció por completo, hasta que llegó ThetaHealing. "Lo había intentado todo: médicos, terapia, incluso cirugía. Pero nada me ayudó de verdad", recuerda. "Después de tomar las clases y trabajar con Vianna, todo empezó a cambiar. Ahora no tengo dolor".
Esa sanación cambió su camino. «ThetaHealing me devolvió la vida. Y ahora lo uso a diario, no solo para mí, sino para ayudar a los demás».
Karla transmite esa pasión a cada aspecto de su vida en la sede. Asiste al equipo, brinda apoyo tras bastidores y ayuda en todo lo que puede. "Me encanta hacerlo todo. Aporto mi energía, mi alegría y, sí, ¡mis postres!", sonríe. "Todo lo que hago, lo hago con amor".
Karla, una auténtica alma multifacética, también es una dedicada instructora de ThetaHealing. Se ilumina al hablar de sus alumnos: «Me encanta ver su transformación desde el primer día hasta el último de clase. Me llena de energía y me recuerda lo que es posible».
Y cuando no está en la cocina o enseñando, Karla encuentra la felicidad leyendo, bailando y pasando tiempo con sus seres queridos. Su familia reside principalmente en California, pero ha encontrado una segunda familia en Montana. "Me encanta cocinar para la gente. Es mi lenguaje del amor", dice.
¿La nueva adición a su corazón? Su nieto. "Tiene cuatro meses y ha traído tanta luz a mi vida. Es un recordatorio de por qué seguimos sanando, creciendo y amando".
El mensaje de Karla para los demás es tan hermoso como su historia: «Date la oportunidad de cambiar. Cuanto más quieras transformar tu vida, más motivado estarás para trabajar en ti mismo. He sanado mi espalda, mis relaciones, mi vida. Si yo pude, tú también puedes».
Ya sea que esté levantando una olla en la cocina o levantando el espíritu de alguien en clase, Karla es una prueba viviente de que la curación es real y que con amor, pasión y fe, todo es posible.
